miércoles, 12 de abril de 2017

Cinco contramitos sobre la “asistencia sexual”

Una vez leído el artículo titulado 'Cinco mitos sobre la "asistencia sexual"', según el cual la asistencia sexual es prescindible, nos reafirmamos en la idea de que es necesaria como motor para un cambio de paradigma, ya no solo en las concepciones y relaciones de la sociedad con las personas con diversidad funcional, sino también en la revisión de las ideas acerca de las libertades sexuales a partir del propio cuerpo.

No creo que sea importante decirlo, pero soy una persona con diversidad funcional, es decir, mi cuerpo funciona diferente que el de la mayoría estadística, pero no soy/estoy menos capacitado que nadie, entre otras cosas porque las capacidades no son tan importantes. Lo que verdaderamente importa es la dignidad intrínseca por el echo de ser persona. Y esa dignidad pasa, en buena medida, por tener igualdad de oportunidades en todos los ámbitos. 

En ese sentido, la asistencia sexual trata de dotar de oportunidades, no de restringirlas.

En el texto citado se puede leer: “(...) el sexo, o el placer sexual, no es una necesidad, y por tanto, no es un derecho. Es un deseo. Se puede vivir sin sexo”.

El derecho no es a tener sexo, es a tener igualdad de oportunidades. Y las PDF no lo tienen debido a la discriminación social hacia sus cuerpos alejados de las normas, de sus formas de hacer que ahogan la riqueza expresiva de la diversidad y esos estereotipos de belleza que excluyen, marginan y estereotipan las corporalidades que se alejan de la normalidad.

Y una sociedad avanzada y justa, que procura igualdad de oportunidades independientemente de las especificidades de cada persona, debe de procurar dar respuesta a las necesidades de todos, no solamente a los más o mejor dotados biológicamente.

La asistencia sexual no tiene nada que ver con la prostitución”.

Sea o no sea una forma de prostitución (prostitución convencional seguro que no es), este es un tema que afecta a dos cuestiones: la moral y la libertad individual del individuo que pretende sacar lucro de su propio cuerpo. Y, en ese sentido, no existe ninguna diferencia con cualquier otro trabajador/a. Porque si es prostitución trabajar con tu propio cuerpo... que prohíban todos los trabajos!!
Porque, para ser justos (en sentido de equidad), cuando hablamos de explotación deberíamos de hacerlo en términos laborales. No es un fenómeno que se de solamente entre los/as trabajadores sexuales. Lo vemos sometidos cada día en los supermercados, las obras, las oficinas... afectando tanto a hombres como a mujeres de todo tipo. ¿Eso si lo consentimos porque no van desnudos ni nadie les toca su cuerpo a cambio de dinero? Y eso me deja más que pensar que la lucha abolicionista es una lucha de moralidades, no de derechos.

Los servicios sexuales del tipo que sean, y sean o no usados por personas con diversidad funcional, no solamente son usados por varones. ¡Eso si que es un mito! También hay mujeres que los usan. Forma parte de las libertades individuales.

Las personas con discapacidad, si no es mediante la asistencia sexual, jamás sentirían placer”.

La asistencia sexual no es la única opción sexual reservada para las personas con diversidad funcional. Pero si es útil para aquellas que no pueden satisfacer sus necesidades sexuales de otra forma debido a la discriminación social.

Las necesidades son muy variadas. Tu solo te refieres a las vitales. La sexualidad puede que no sea una necesidad vital necesaria para no morir, pero si lo es tanto y cuanto es una herramienta que enaltece nuestra autoestima, sociabilidad y nuestra imagen personal, para nosotros y para los demás. Además es una forma de comunicación emocional entre iguales. Porque en sexualidad no hay “dis”. De echo, la sexualidad es lo que más puede hacer entender la diversidad funcional, porque toda ella es diversa en si misma.


Oponerse a la asistencia sexual [no] supone una discriminación y un ataque directo a quien sufre una discapacidad.”

El echo de que la asistencia sexual (en castellano) sea considerada la única opción sexual reservada para las personas con diversidad funcional es una atribución ficticia. No solamente eso, sinó que entendida como una herramienta, no solamente como una finalidad en si misma, la asistencia sexual puede conducirnos a una sociedad que asimile a las personas con diversidad funcional como seres sexuados y, por lo tanto, personas adultas empoderadas que toman decisiones sobre su vida. Y eso es la antesala a que sean consideradas sujetos de deseo sexual, lejos de la idea estereotipada de “niños eternos” y, por lo tanto, “asexuados”, porque se valorará a la persona por lo que hace o dice, no por sus atributos.

No es necesario abordar este tema con perspectiva de género”.

Esta también es una atribución ficticia, un mito inexistente. Cuantificar nos empobrece; lo importante es dar oportunidades, tanto a hombres como a mujeres, heteresexuales y homosexuales.

No tiene ningún sentido decir “la perspectiva de género es fundamental” y cuantificar para luego afirmar taxativamente “tampoco una mujer debe demandar dichos servicios”, porque es querer controlar la vida de los demás.

La sexualidad en diversidad funcional siempre ha estado controlada y dirigida por terceras personas. La asistencia sexual, desde la autogestión, es la oportunidad para que éstas puedan empoderarse a través de algo tan importante para autoafirmación personal como es la sexualidad.

En lugar de hablar de “hombres privilegiados” refiriéndose a los posibles clientes de éste servicio, más bien deberíamos de entenderlo como una medida transitoria de discriminación positiva, la misma que es usada, por ejemplo, para hacer listas electorales paritarias porque se entiende, que si no se toman este tipo de medidas, las mujeres tienen menos oportunidades de formar parte de ellas en una sociedad discriminatoria.


La sexualidad es intercambiable como lo puede ser cualquier cosa o servicio. Porque sexualidad, del tipo que sea, es un acuerdo entre dos personas, haya o no dinero de por medio. Lo que no podemos es decir que la persona que ofrece servicios sexuales de pago vende su cuerpo a cambio de dinero, porque no lo hace; ofrece un servicio. Ni tampoco podemos confundir sexualidad con placer, deseo y amor. Son cosas diferentes y que no tienen porque coincidir en un mismo momento.