miércoles, 20 de agosto de 2014

Gabrielle

El cine es un fantástico expositor para que la diversidad funcional deje de ser invisible. En este caso, nos ha sorprendido favorablemente la película Gabrielle, una bonita historia de amor entre dos personas con síndrome de Williams, pero que es también la historia de una batalla por la dignidad, la autonomía personal, con o sin apoyos, y el empoderamiento personal.

La película está protagonizada por Gabrielle Marion-Rivard, una joven diagnosticada realmente con el síndrome y que se alzó con el Premio a la Mejor Actriz en los Canadian Screen Award. Le acompaña Alexandre Landry (Martin en la película), que conquistó el Premio al Mejor Actor en el Festival de Gijón. La película, de la directora y guionista Louis Archambault, representó a Canadá en los Oscar de 2014 y ganó el Premio del Público en el Festival de Locarno.




Martin y Gabrielle se enamoran y quieren vivir su amor y su deseo sexual sin trabas de nadie. En este sentido, la película muestra como la sexualidad de las personas con diversidad funcional, en este caso intelectual, sigue siendo un gran tabú para las famílias, las personas que trabajan a su alrededor y para la sociedad en general, alimentado por falsas creencias y desinformación. A través de sus distintos personajes, muestra los interrogantes surjidos desde las diferentes convenciones sociales en torno a la diversidad funcional. Las perspectivas de la madre de Martin, sobreprotectora y más conservadora en cuanto a la sexualidad en diversidad; la hermana de Gabrielle, consciente de sus ansias de libertad y autonomía, pero en el fondo llena de miedos e interrogantes; y las demandas y necesidades de la propia pareja de enamorados, la cinta propone una interesante reflexión acerca de la satisfacción de las necesidades innatas al ser humano lejos de lo comúnmente aceptado como “normal”. "¿Qué es la normalidad?" se cuestiona uno de sus personajes.

Para nosotros, lo más destacable de la película y que rompe tópicos es el tratamiento que hace de la sexualidad en personas con diversidad funcional intelectual. Los encuentros entre Gabrielle y Martin se exponen con realismo, sin pudor y sin el morbo amarillista al que nos tienen lamentablemente acostumbrados; sin embargo, si lo hace con sensibilidad, respeto y, lo más importante de todo, desde el punto de vista subjetivo y vivencial de sus protagonistas, reflejando perfectamente sus emociones personales cuando estan chocan con los intereses de su entorno y los conflictos que se generan. 



Una de las frases de la película con las que nos quedamos es "todo el mundo tiene derecho a amar" que reivindica la hermana de Gabrielle, frente al tan oído ya "sabes que no es lo mismo para la gente como ellos" que dice la madre de Martin. En ese sentido, la directora explica que "quise hablar de la necesidad de libertad y de independencia de un discapacitado intelectual cuya vida está altamente controlada por su familia y diferentes profesionales médicos", y añadió: "Quería que el público se adentrara en su vida cotidiana para poder apreciar sus fuertes personalidades y, sobre todo, mostrar cómo sus deseos y emociones son tan fuertes como los de cualquiera de nosotros. Que son humanos y normales".

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