domingo, 27 de julio de 2014

Capacitación y código ético: hacia una ética profesional

Extracto de la ponencia de Rafael Reoyo en las jornadas 'Libertad sexual y sus implicaciones sociales en la actualidad'. Madrid, 28 de abril de 2014. 

Sex Asistent es pionera en España, en colaboración con ANSSYD, en ofrecer un curso de capacitación específica a aquellas personas que desean desempeñar la labor de asistentes sexuales. La especialización, desde la Filosofía de Vida Independiente, es necesaria para evitar el rechazo, la repulsión, el asistencialismo, la lástima... porque todo ello podría socavar la autoestima de muchas personas con diversidad funcional e incidir en su estigmatización. La preservación de la dignidad inherente de las personas con diversidad funcional mediante la formación de los asistentes sexuales convierte en inviable el carácter de voluntariedad de esta profesión. Dejar el tema en manos de voluntarios malmete la propia figura del asistente sexual porque podría causar recelos sobre sus intenciones entre familiares, tutores y trabajadores entorno a las personas con diversidad funcional, especialmente mental y, por consiguiente, su rechazo sistemático. En este sentido, en los países dónde ya funciona el servicio de asistencia sexual como una actividad de carácter profesional, ha sido mejor aceptada que otras opciones tanto por padres de personas con diversidad funcional como por profesionales. Y no es que éstos deban de decidir por las personas con diversidad funcional, ni menoscabar su voz, pero sin duda, en muchos casos pueden ejercer una influencia en su toma de decisiones. 

Entendemos que, para evitar situaciones estigmatizadoras y de indignidad, el asistente sexual debe aceptar expresamente un código ético profesional. En ese sentido, el 'Código ético sobre sexualidad y afectividad' desarrollado por Sex Asistent y ANSSYD está dirigido a familiares y a todos aquellos profesionales que trabajan entorno a estas personas para que se preserven los derechos y la dignidad de las personas con diversidad funcional en todos los ámbitos de la vida y, muy especialmente, en este que nos ocupa. 

Obviamente, la asistencia sexual está dentro de los servicios sexuales. Más allá del morbo que ello suscita, la consideración de si es o no prostitución va a depender de las creencias éticas, morales y religiosas de cada mirada. Nosotros no nos pronunciamos sobre ello, sobretodo porque creemos que la asistencia sexual no debe de ser ni un servicio especializado y segregador ni un simple negocio a costa de las personas con diversidad funcional. Es, ante todo, un agente de cambio al sometimiento político del cuerpo y de la diversidad humana

En cualquier caso, permitidme que os diga que la prostitución no es más que un oficio en el cual una persona decide realizar un trabajo especializado con su propio cuerpo a cambio de una retribución económica. Bajo esa definición, el geopolítico y sociólogo Jon E. Illescas Martínez advierte de que, si se prohíbe la prostitución, habría que prohibir también todo trabajo. Esa argumentación toma aún más sentido, si cabe, con la coyuntura socioeconómica actual, gracias a la cual la explotación laboral se generaliza en pro de la productividad y el beneficio desmesurado propios del neoliberalismo, 'prostituyendo' millones de vidas a cambio de salarios irrisorios y condiciones laborales denigrantes. 

Los biopoderes se encargaron de situar al cuerpo como el elemento central de nuestras vidas para así poder controlar a la población con facilidad. De esta manera se ha trasgiversado la personalidad, como rasgo identitario y diferenciador del resto de inviduos, más allá de sus características o estética corporal, con la identificación del individuo mediante su cuerpo dominado por los poderes médicos y estéticos de sometimiento del cuerpo. 

Es en ese error, en la identificación del individuo mediante su cuerpo y no mediante su personalidad, dónde se confunden los términos, pues en cualquiera de los servicios sexuales de pago, el que contrata el servicio no paga para comprar al trabajador del sexo, ni tampoco su cuerpo entendido cómo objeto, sino el servicio que ofrece. Y si el problema es que ese trabajador muestra su cuerpo desnudo, también lo hacen voluntariamente muchas otras personas desde sus respectivas profesiones, por ejemplo actores y actrices, y nadie se rasga las vestiduras por ello.

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